Cuando preguntas a los artistas profesionales sobre qué les inspira en su trabajo, es fácil que la mayoría de las respuestas incluyan algo como “de experiencias vitales, de gustos propios, de pensamientos recurrentes…”. Pero los que viven de ello saben que en el actual mundo en el que vivimos, si desarrollamos actividades artísticas, a veces es difícil vivir de la creación a partir de esas experiencias personales porque “no coinciden con lo que el gran público está demandando”. Ay, los dóciles….
Siendo fiel a mi ya más que acusada cabezonería y haciendo uso de la rebeldía habitual que gasto a diario, ¿qué mayor acto de indomabilidad hay si no es el hecho de hacer grabado en la época de la “inteligencia” artificial? No llevo tanto tiempo, aunque sí voy explorando materiales y procesos diferentes. Pero creo que el grabado es una actividad de auténtica insumisión ante el concepto de tiempo en el siglo XXI. Es pararse, pensar, repensar, tomar decisiones, utilizar las manos, dar pasos cortos en el proceso, desarrollar la habilidad artística en una suerte de meditación creativa…
Tenía ganas de enseñaros este nuevo linograbado. Es uno de los que vendrán próximamente con temática inspirada en el pasado de mi infancia. Además de jugar en la calle a las canicas, la paonza, la comba, los tazos, el torito en alto… también llegó el primer ordenador a casa, un Amiga 500 y con él uno de los juegos de aventuras gráficas más divertidos, formativos e interesantes: Monkey Island. Con este linograbado os muestro a uno de sus personajes, Lechuck (el malo) que mira cómo se aleja el barco de Guybrush Threewood (el bueno) dejando el puerto de Melée Island.
Además, está estampado sobre diferentes papeles, unos de ellos son las hojas de papel que hice este verano y otros son papeles de platanera o de un libro viejo de aritmética. El efecto irregular que ha quedado me encanta.
Espero que os guste.
Slitz bai!
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